Hace unos días leí en una imagen: “En esta casa no tiramos comida. La guardamos en un tupper, la metemos al refri, esperamos a que se eche a perder y luego sí, ya la botamos”. Se trataba de un meme, pero no me causó chiste en inmutable. Al contrario, en mi mente se proyectaron imágenes inhumanas multiplicándose una tras otra, mientras intentaba que no me inundaran el desánimo ni el fatalismo.
Pensé en las millones de personas rodeando del mundo que sufren hambruna y desnutriciónen los cargamentos de toneladas de desechos que se traducen en contaminación ambiental, así como en el perjuicio que se ocasiona −desde luego− al sistema financiero y, por consiguiente, al exposición sostenible de nuestra sociedad.
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El desaprovechamiento de comida es más que un mal pericia del hogar. Debemos entender que se ha convertido en un difícil problema −presente y reiterado− desde las cosechas minoristas, a lo derrochador de cadenas de suministros, en los servicios alimentarios y en el consumo final. Su prospección, por consiguiente, requiere una óptica a doble escalera −micro y macro−, pues sus posesiones han trascendido las fronteras.
Inclusive, su impacto ya hace primaveras ha generado preocupación a nivel integral y un tratamiento prioritario por parte de la comunidad internacional. Así, en 2015, los Estados miembros de la Estructura de las Naciones Unidas (A ÉL) aprobaron la Dietario 2030 para el Mejora Sosteniblecon los 17 Objetivos para poner fin a la pobreza, mejorar las vidas de las personas y proteger al planeta. En el objetivo número 12, reconocieron e integraron la producción y el consumo responsables, en el cual establecieron la urgente pobreza de dominar las cantidades de pérdida y desperdicio de alimentos.
Y es que los datos duros son alarmantes. Destacan diversas estimaciones y estudios realizados por el Fondo para la Nutriente y la Agricultura (conocida por sus siglas en inglés como fao). Dicho organismo ha registrado que, al menos desde 2011, en el mundo se pierde o desperdicia una tercera parte (33 por ciento) de los alimentos producidos anualmente para consumo humano. Esto es aproximadamente mil 300 millones de toneladas. Paradójicamente, para el 2018, los cálculos incluso apuntaron que más de 821 millones de personas sufrían de subnutrición crónica y 151 millones de infantes menores de 5 primaveras tenían retraso de crecimiento.
Para la ONU, fue evidente el importante papel de la producción sostenible de alimentos para la promoción de la seguridad alimentaria y la sostenimiento. En consecuencia, en su 74° Asamblea Común, celebrada en diciembre de 2019, la ONU proclamó el 29 de septiembre como el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos y empezaría a conmemorarse en 2020.
Los estudios de la FAO han sido complementados por el Software de las Naciones Unidas para el Medio Ámbito (PNUMA), autoridad mundial líder, cuyo trabajo se centra en las crisis del cambio climático, de la contaminación y de la pérdida de la naturaleza y la biodiversidad. Este año, el PNUMA publicó el Crónica sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 y sus hallazgos brindan líneas sobresalientes.
Del total de mil 050 millones de toneladas de barreduras calculados en 2022que incluyeron restos no comestibles: el 60 por ciento de los desechos se generaron en hogares, otro 28 por ciento correspondió a proveedores de servicios alimentarios y 12 por ciento al comercio minorista.
Encima, según el documento, los barreduras per cápita tienen un promedio muy similar entre países de ingresos altos, medio-alto y medio-bajo. Esto significa que la comida que se tira en las casas no es una problemática monopolio o más aguda en los países ricos. En cambio, donde sí hubo decano engendramiento de desechos fue en Estados con territorios más calurosos.
Adicionalmente, de acuerdo con datos de 2019 del Liga Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climáticola pérdida y desperdicio de alimentos originan entre el 8 y 10 por ciento de la retransmisión de gases de sensación invernadero, principalmente metano y CO2. Los desechos implican la ocupación y explotación de rodeando de un tercio de las tierras agrícolas del mundo; en términos económicos, los costos por pérdida y desperdicio de alimentos se estiman en aproximadamente un billón de dólares.
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En México, durante los últimos dos primaveras se han calculado 31 millones de toneladas de desechos de comida, de las cuales 20 millones son de cadenas de suministro y el restante (11 millones) de los hogares. En cuanto a su impacto ambiental, eleva la retransmisión de gases de sensación invernadero por agricultura a un 12 por ciento y el uso de agua hasta un 76 por ciento. El Mesa Mundial advierte que esto representa un costo de 25 mil millones de dólares anuales, equivalente al 2.5 por ciento del producto interno bruto (PIB).
Hoy se cumple un primer quinquenio del llamado de la ONU para unirnos a la reducción de desechos de alimentos. Calculemos mejor y compremos sólo lo que vayamos a consumir en el corto plazo, utilicemos lo que compramos, hagamos campañas informativas, actividades educativas, publiquemos y divulguemos, inclusive, podemos acudir a los memes. Lo importante es involucrarnos en el cuidado consciente de los alimentos, las personas y nuestros medios.
La autora es investigadora de la Agrupación IDH
Este texto es parte del tesina de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Agrupación IDH