Muchos migrantes, engañados por promesas de permisos y apoyo, enfrentan capital limitados, condiciones inseguras y dificultades para continuar su delirio.
Cerca de de 100 migrantes de varios países se encontraron el lunes desorientados y varados en las calles de Acapulco, luego de que funcionarios de inmigración los transportaran a la ciudad de la costa del Pacífico con promesas de permisos para continuar su delirio en torno a el meta.
Sin secuestro, muchos se quedaron sin capital ni un camino claro a seguir.
A descuido de dos semanas para la segunda toma de posesión del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, México continúa desintegrando caravanas de migrantes de stop perfil y dispersándolos por todo el país para mantenerlos alejados de la frontera de Estados Unidos con su política de “dispersión y agotamiento”.
Según el exjefe de inmigración Tonatiuh Guillén, esta política redujo significativamente el número de migrantes que llegaron a la frontera estadounidense el año pasado.
La coetáneo despacho de México demora que las cifras reducidas brinden cierta protección contra las demandas de Trump, según Guillén, quien dejó la despacho del expresidente Andrés Manuel López Taller posteriormente de que Trump amenazara con imponer aranceles a la migración durante su primer mandato.
Para muchos, la ciudad es un destino improbable, ya que se enfrenta a las secuelas del huracán Otis en 2023 y está plagada de altos niveles de crimen organizado y violencia.
“(Los funcionarios) de migración nos dijeron que nos iban a dar un permiso para transitar autónomamente por el país por 10, 15 días, y no fue así”, dijo el migrante venezolano Ender Antonio Castañeda, de 28 abriles.
“Nos dejaron tirados aquí sin poder salir. No nos venderán billetes (de autobús), no nos venderán nulo”, añadió.
Castañeda, como miles de otros migrantes, partió de la ciudad sureña de Tapachula, cerca de la frontera con Guatemala.
En las últimas semanas, más de media docena de caravanas, cada una compuesta por aproximadamente 1.500 migrantes, han partido desde Tapachula, pero ninguna ha liberal mucho.
Las autoridades a menudo permiten a los inmigrantes caminar durante días hasta que quedan físicamente agotados, posteriormente de lo cual se ofrecen a transportarlos en autobús a varias ciudades, alegando que allí se evaluará su status migratorio.
Algunos inmigrantes terminaron en Acapulco, donde en torno a de una docena duermen en una iglesia católica cerca de las oficinas de la agencia de inmigración.
El lunes, varias decenas de inmigrantes se reunieron frente a las oficinas en sondeo de información, pero no recibieron respuesta.
Algunos migrantes descubrieron que los permisos emitidos por las autoridades les restringían delirar nada más interiormente del estado de Marcial, donde se encuentra Acapulco.
El domingo, la última caravana de migrantes se disolvió posteriormente de que a cientos de ellos se les concedieran permisos de tránsito gratuitos, lo que les permitía delirar a cualquier puesto de México durante un número establecido de días.
Preocupaciones de seguridad
Entre ellos se encontraba la cubana Dayani Sánchez, de 33 abriles, y su marido. “Tenemos un poco de miedo por la descuido de seguridad al subir a los autobuses, que nos vayan a detener”, dijo Sánchez.
Los inmigrantes suelen ser blanco de secuestros y extorsiones por parte de los cárteles de la droga, mientras que muchos afirman que las autoridades incluso los explotan.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, sostiene que su organización migratoria tiene un enfoque “humanitario”, lo que ha permitido que más migrantes abandonen las regiones más al sur de México.
Sin secuestro, algunos defensores de la migración sostienen que se está enviando inmigrantes a zonas violentas.
Las iglesias católicas de la zona han intervenido para proporcionar alimentos, agua y ropa a los inmigrantes, pero los capital siguen siendo escasos.
“Sabemos que están pasando por un momento muy difícil, con muchas deyección, llegan sin cuartos”, dijo el reverendo Leopoldo Morales, sacerdote de una iglesia católica en Acapulco.
El migrante hondureño Jorge Neftalí Alvarenga se sintió aliviado de escapar de Chiapas pero frustrado. “Hasta cierto punto nos mintieron”, dijo, creyendo que lo enviarían a Ciudad de México o Monterrey en sondeo de oportunidades laborales.