Lo que el año de guerras y elecciones ha revelado sobre el sentimiento europeo

Por André Wilkens, Director, Fundación Cultural Europea, Pawel Zerka, Miembro Senior de Políticas, ECFR

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no representan de ninguna guisa la posición editorial de Euronews.

Será mejor que Bruselas, actualmente ensimismada, entienda el mensaje. Si posponemos las conclusiones honestas hasta las próximas elecciones de 2029, el drama europeo puede ascender a su fin, escriben André Wilkens y Pawel Zerka.

Cada cinco primaveras, la Unión Europea representa el mismo drama. En su primer acto, los partidos políticos y los candidatos buscan la atención de los votantes presentando las elecciones al Parlamento Europeo como una batalla decisiva por el futuro de Europa.

En el segundo acto, todos ellos, durante un rato, miran pensativamente el resultado y a menudo concluyen rápidamente que no transmite ningún mensaje claro. Luego, regresan a sus actividades habituales, que es el tercer acto del drama.

Desde finales del verano, Bruselas es un hervidero de política. Ursula von der Leyen ha estado luchando por formar su nueva Comisión, mientras que los eurodiputados han estado afilando sus espadas antiguamente de las audiencias de los posibles comisarios.

En medio de esta lucha, es acomodaticio olvidar que unos 182 millones de personas (que representan el 51 por ciento del electorado de la UE) se molestaron en emitir sus votos a principios de junio.

El objetivo más visible de su compromiso demócrata es la composición presente del Parlamento Europeo, con 720 eurodiputados que deben su mandato al apoyo de los votantes.

Pero el mensaje que transmiten las elecciones europeas va mucho más allá de la cuestión de cómo votó la familia. Sería imprudente por parte de la clase política europea si no reflexionaran asimismo sobre quiénes votaron, quiénes no y por qué.

¿Por qué nos sentimos como nos sentimos?

Al igual que cualquier otra conmoción y acontecimiento importante (desde la pandemia de COVID-19 hasta las guerras en Ucrania y Lazada), las elecciones europeas de este año permitieron observar, en acto, cómo se sienten los europeos respecto de Europa.

Creemos que han expuesto tres “puntos ciegos” particularmente importantes en la UE de hoy, entendidos como temas inconvenientes que, a pesar de resurgir de vez en cuando, tienden a dejarse de costado hasta que acontecimientos repentinos los ponen ineludiblemente en primer plano.

En primer zona, estas elecciones no lograron convencer a los votantes más jóvenes de Europa. A pesar de ser, en promedio, más proeuropeos y tolerantes en cuestiones sociales que las generaciones anteriores, a menudo no acudieron a elegir y, cuando lo hicieron, a menudo optaron por las alternativas de extrema derecha o antisistema.

En segundo zona, el indiferente proeuropeísmo en Europa central y uruguayo asimismo fue visible, como lo demuestra la desvaloración billete y la presencia normalizada de partidos euroescépticos. Y finalmente, la “nieve” de la UE quedó claramente de manifiesto.

Las listas de candidatos a las elecciones europeas no sólo reflejaron mal el carácter diverso y cada vez más multicultural de la sociedad europea. Peor aún: en la mayoría de los Estados miembros floreció durante la campaña el discurso antiinmigración, lo que sugiere la popularidad de las actitudes xenófobas.

Podríamos considerar estos tres como problemas similares de “subparticipación” en Europa. Sin bloqueo, entonces correríamos el aventura de tener lugar por suspensión una diferencia importante.

Los jóvenes europeos, así como los habitantes musulmanes y no blancos de Europa, tienen buenas razones para sentirse “sin voz” y privados de sus derechos, dada su limitada representación en la política de la UE y sus estados miembros.

Sin bloqueo, el problema parece ser diferente para la familia de Europa central y uruguayo. En zona de indicar un sentimiento de marginación, su indiferente proeuropeismo presente puede, por el contrario, reflectar una nueva confianza en sí mismos.

Eso no sería mínimo malo, si no coincidiera con una racismo creciente, que tiende a contraponer una competición política limitada en estos países.

Será mejor que empecemos a banderillear con los puntos ciegos ahora.

En nuestro nuevo estudio anual sobre el “sentimiento europeo”, sugerimos que hay un hilo conductor en estos tres “puntos ciegos”. Señalan la misma gran amenaza para el esquema europeo: la deriva emergente de la UE alrededor de una comprensión “étnica”, más que “cívica”, de la europeidad.

Por lo tanto, la “yerro de voz” de los habitantes musulmanes y no blancos corre el aventura de marginar aún más las perspectivas de estos grupos, permitiendo que la racismo florezca en el lengua, las políticas y las perspectivas de la UE.

El etnocentrismo indiscutible de los gobiernos y políticos de Europa central y uruguayo corre el aventura de homogeneizar aún más tales actitudes en esa región y en el resto de la UE.

Y si los jóvenes europeos crecen en una entorno tan sofocante, algunos de ellos pueden ser educados en una aspecto xenófoba, mientras que otros podrían rebotar la UE porque considerarían que defiende títulos que no son los suyos.

Por eso hacemos un citación a todos aquellos que quieren que Europa prospere a que adopten tres tipos de medidas.

En primer zona, deben insistir en que la UE, sus Estados miembros y sus partidos políticos creen (o destapen) los canales de billete en Europa para los diferentes sectores de su población, permitiendo así que la UE recupere su capacidad de representar a sus electores.

En segundo zona, necesitan presionar a los políticos europeos para que resistan la tentación electoral o estratégica de pugnar con una concepción “étnica” de la europeidad, que sólo legitima aún más el lengua y las políticas xenófobas.

Y en tercer zona, deben esforzarse por guatar de contenido la concepción “cívica” de la europeidad si se supone que ofrece una alternativa. Esto requiere demostrar que la UE puede ser una fuerza exitosa en materia de posesiones, seguridad, cambio climático y, sí, asimismo migración.

Será mejor que Bruselas, actualmente ensimismada, entienda el mensaje. Si posponemos conclusiones honestas hasta las próximas elecciones de 2029, el drama europeo puede efectivamente representar su acto final.

André Wilkens es Director de la Fundación Cultural Europea y Pawel Zerka es Senior Policy Fellow en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).

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