Agresión adorable: ¿por qué nos pellizcamos las mejillas o nos abrazamos fuerte?

Pellizcar las mejillas de un bebé es un ejemplo de cómo los humanos ejercen una “golpe superficial” frente a todo lo delicioso o escultural. Crédito: Shutterstock: A.Kaan. AYDEN

Una reacción instintiva conocida como “golpe delicioso” está en el corazón de un aberración psicológico fascinante que tiene una conexión más profunda con nuestra cambio y supervivencia.

¿Alguna vez te has sorprendido pellizcando las mejillas de un bebé, abrazando demasiado resistente a un hijo o apretando los puños al ver un pequeño gatito? Todas estas reacciones instintivas están ligadas a un raro aberración conocido como “golpe delicioso”. Pero hay más que simplemente sentirse abrumado por la ternura. Esta peculiaridad psicológica juega un papel fascinante en nuestra cambio y supervivencia. El término “golpe delicioso” (o “golpe linda”) fue acuñado por la psicóloga social Oriana Aragón y su equipo en un estudio de 2015 publicado en ‘Psychological Science’. Resulta que el deseo de angustiar, pellizcar o incluso morder poco insoportablemente escultural no es imprevisible: es una respuesta emocional compleja con una explicación científica tan intrigante como sorprendente.

Expresiones faciales y gestos ambivalentes con estímulos adorables o tiernos.

El estudio pretendía arribar al fondo de por qué algunas personas responden a estímulos abiertamente positivos con expresiones faciales o gestos ambivalentes, como lágrimas o sonrisas, caricias o pellizcos. Documentaron comportamientos de aquellos expuestos a estímulos lindos o adorables, notando que había un deseo innato de contestar con golpe “superficial”, sin ningún deseo positivo de dañar el objeto de sus emociones.

Morten L. Kringelbach, profesor de la Universidad de Oxford, desafía la percepción popular de “adorabilidad” como poco solamente visual. Según Kringelbach, la adorabilidad es un aberración confuso y multisensorial que va más allá de la apariencia de poco. Implica todos nuestros sentidos, incluido el tacto, el sonido e incluso el penetración, que juntos crean una poderosa respuesta en el cerebro. Esta respuesta intensificada no tiene que ver sólo con la propensión, sino que incluso tiene un propósito biológico más profundo: fomenta la compasión. Al desencadenar sentimientos de empatía y cuidado, la adorabilidad sirve en última instancia al objetivo evolutivo de fomentar las conexiones y la cooperación internamente de nuestra especie, promover los vínculos sociales y fomentar comportamientos esenciales para la supervivencia humana.

Los animales o juguetes que imitan las características de un bebé provocan una “golpe superficial”

Todo comienza con cómo percibimos a los bebés humanos. El cerebro humano percibe ciertas características del bebé y esto desencadena una respuesta emocional cibernética. Estos rasgos incluyen luceros y comienzo grandes, extremidades cortas y rechonchas, entre otras características. Cualquier cosa que comparta estos rasgos, incluidos los gatitos y las razas de perros o los peluches que imiten estos rasgos, produce la misma reacción. Ver la ternura en un animal o un bártulo de peluche, por ejemplo, no sólo produce una reacción emocional, sino que incluso libera comportamientos complejos que incluyen cuidado, vínculo emocional, compasión y protección.

Mientras tanto, el cuerpo está ocupado produciendo hormonas y liberando mensajes químicos, incluida la oxitocina, comúnmente conocida como la “hormona del bienquerencia”, asociada con el contacto físico o la vasopresina, que se asocia con comportamientos defensivos y protectores, a veces agresivos.

Adecuado a esa sobrecarga mental al ver animales, bebés u objetos simpáticos, Stavropoulos defiende que representamos agresiones superficiales como forma de contrarrestar estas respuestas emocionales para recuperar el control de nuestras emociones, energía y capacidad de atención. Evidentemente no queremos dañar cero. Pellizcar las mejillas regordetas de un bebé no tiene ninguna intención maliciosa. Sin bloqueo, el confuso proceso que tiene área en nuestro cerebro necesita una salida y una forma de encargar este exceso de emoción para asegurar la supervivencia y la cordura.

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