Cerca de de 50 médicos ucranianos enormemente cualificados, en su mayoría mujeres que huyeron de la guerrilla, no pueden cultivar la medicina en Portugal oportuno a las barreras lingüísticas.
Quienes llegaron a Portugal –donde hay escasez de médicos– se encontraron con obstáculos importantes, en particular el requisito de aprobar rigurosos exámenes de habla portuguesa para comunicarse con los pacientes.
Carlos Cortés, presidente de la Orden de Médicos de Portugal, expresó su chasco por la yerro de apoyo para ayudar a estos médicos refugiados en la transición al Servicio Franquista de Vigor (SNS) de Portugal. el dijo Lusa: “Portugal abrió sus brazos a los médicos refugiados ucranianos, pero no les dio las herramientas que necesitaban para trabajar”.
Inicialmente se propuso atrasar la prueba obligatoria de comunicación portuguesa y permitir que estos médicos trabajen bajo supervisión como “médicos sin autonomía”. Sin bloqueo, a pesar de las conversaciones con el Profesión de Vigor, la propuesta no entró en vigor, lo que dejó a estos profesionales calificados sin poder trabajar.
Los desafíos de los médicos ucranianos al instruirse portugués
Una de las médicas afectadas, la neuróloga Oksana Chupryna, de 50 primaveras, compartió su experiencia con Lusa. Tras descuidar su ciudad ucraniana tras la invasión rusa en 2022, Chupryna se instaló en Portalegre, donde desde entonces trabaja en el comercio minorista mientras se prepara para los exámenes de portugués. Chupryna aprobó un examen original de idioma, pero ella y muchos colegas no aprobaron la prueba de comunicación, más cascarrabias. “Sólo aprobaron seis o siete”, explicó, a pesar de tener un “suspensión nivel de conocimiento del portugués”. Chupryna señaló que su enfoque en instruirse portugués ha disminuido su fluidez en inglés, cerrando otras posibles oportunidades laborales.
Médicos refugiados en otros países de la UE
Chupryna destacó que en otros países europeos como Polonia y Alemania, los médicos refugiados se integraban más fácilmente en la fuerza sindical y a menudo se les permitía trabajar en salas de emergencia como médicos generales. Ella cree que Portugal podría beneficiarse de programas similares, diseñados para refugiados que no tuvieron tiempo de preparar sus habilidades lingüísticas antiguamente de huir de sus países.
Las dificultades económicas a las que se enfrentan estos profesionales suponen una carga añadida, especialmente para quienes tienen tribu. Muchos, según Cortés, luchan con empleos mal remunerados que casi nada cubren lo esencial. El costo de las clases de portugués aumenta la tensión y limita aún más su capacidad de encasillar.
El Colegio de Médicos y los médicos afectados siguen pidiendo la intervención del gobierno, presionando para la creación de programas lingüísticos específicos para refugiados.